Ya se terminó, ya es el fin de fiesta

Se acabó la experiencia europea, pero vivirá y perdurará por siempre en mi mente y en mi corazón.

Fiel testimonio y grato recuerdo de tantas vivencias será este blog. Espaniacomentada cumplió con creces el objetivo que tímidamente formulé unas semanas antes de comenzar tamaño desafío. Quiero agradecer a todos los que se tomaron un momento y la molestia de pasar, leer, comentar; especialmente  a los que formaron parte activa de la comunidad de seguidores que siempre me alentó y auguró días y momentos irrepetiblemente felices.

Les propongo que sigamos en contacto: a pesar de que la travesía europea llegó a su fin siempre habrá qué contar. Este blog seguirá abierto y activo en función de eventuales temas vinculados con mis queridas y añoradas España y Europa que me inspiren a escribir. La invitación es a seguir a La platea al escenario, que fuera mi primera experiencia en la blogósfera y mi retomado caballito de batalla en esta nueva etapa desde mi ciudad y mi país.

¡Un abrazo cibernético pero muy sentido a tod@s! Espero que nos encontremos en la platea al escenario, porque hoy más que nunca los espectadores estamos llamados a intervenir activamente en la realidad que nos toca.

Yo me vuelvo al sur, esperando que haya días mejores

¡Llegó el día! Estoy a unas horas de tomar el avión rumbo a Argentina y mis sentimientos son tan variados como contradictorios, pero estoy feliz y tranquila. Sigo sosteniendo lo dicho, en esta ocasión parafraseando a una de mis artistas favoritas: «acepto el destino/y será lo que tenga que ser».

costa del solNo quiero dejar de contarles lo bien que lo pasé en la Costa del Sol; esos días sí que fueron de verdaderas VACACIONES en un cóctel de mimos+, horarios- cuyos puntos sobresalientes fueron:

  • Las rebajas 😀
  • La ciudad de Málaga y el Museo de Picasso. ¡Qué artista! Lástima que no dejaban sacar ni una foto;
  • Visitar Puerto Banús, deambular por el mercadillo de los sábados (¡muy recomendable y de los más grandes de la zona!) y reposar en las playas desoladas de Marbella;
  • Comer pescaitos (ni pescado ni pescaditos) de todos los tipos, tamaños, colores y cocciones en Torremolinos;
  • El puerto de Benalmádena, con sus edificaciones blancas tan particulares y esculturas de seres mitológicos, monstruos marinos…
  • El pueblo de Mijas, perdido y anclado en el tiempo. Difícil decir en qué radica su encanto, porque todo es adorable. El Festival de Blues que vimos por la noche y que congregó a residentes y turistas fue el broche de oro, la yapa de tan hermosa visita;
  • Gibraltar. Exótico, natural, chocante (culturalmente)… un privilegio haber podido estar en suelo inglés y a escasos kilómetros de África;
  • La vida en familia, otra vez; las charlas interminables de todo tipo y tinte, los libros leídos, los juegos con los niños que me hicieron añorar especialmente a los míos.

La última parada de mi viaje es Alcalá de Henares, donde ya he estado y contado, para ultimar mis valijas (¡qué caos y cantidad de cosas!) y quedar en zona Barajas, adonde iré en unas ocho horas… ¿mi tranquilidad tendrá que ver con que aún no caigo? Puede ser…

Aquí siguen llenándome de atenciones: parrilla argentina una noche, cordero al mediodía y otras delicias para seguir conociendo la cocina española de primera mano. Además visitamos Sigüenza, un pueblo perdido en la provincia de Guadalajara (Castilla La Mancha) cuyo impresionante castillo reconvertido en hotel y la monumental catedral datan del siglo XII. Todo me sugería un típico poblado de hace cientos de años, porque incluso sus habitantes ataviados a la vieja usanza, con instrumentos, catapultas y en plena lucha de espadas con motivo de las Fiestas Medievales me ayudaron a recrear una modo de vivir que tuvo lugar ahí mismo. Gracias a la fidelidad a la tradición de tantos pueblos y regiones españolas, pude asimilar su historia y costumbres de manera fiel, sencilla y real.

Viajar, conocer, descubrir y deslumbrarme hasta el último minuto con la bella España son mi privilegio e inevitable devenir. Ya me voy, pero me ilusiona que una melodía dice todavía: «nos volveremos a ver», más temprano que tarde.

No sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí

¿Alguna duda sobre quién manda aquí?
¿Alguna duda sobre quién manda aquí?

Una vez más, tomé mi pasaporte y viajé un puñado de kilómetros hacia un nuevo país, estrictamente a un «territorio británico de ultramar con amplias capacidades de autogobierno». Fue una curiosa experiencia ingresar a pie de un país a otro, con visibles diferencias en el idioma y las costumbres, pero separados por una línea tan delgada que España se cuela de todas las formas posibles en el pequeñísimo Estado de Gibraltar. Es que hasta hace poco más de tres siglos era parte integrante de su territorio.

En el aniversario de la independencia de mi querido país de la dominación española visité uno de los diecisiete territorios no autónomos del mundo reconocidos por la ONU. En el lenguaje coloquial, es una de las varias colonias que aún controla el Reino Unido.

Gibraltar tiene apenas siete kilómetros cuadrados pero una importancia estratégica: es la presencia continental de un país insular que juega con su pertenencia a Europa dependiendo el momento y el ámbito de discusión. Además, el Estrecho de Gibraltar es la unión natural del océano Atlántico y el Mar Mediterráneo, constituyéndose el puerto y el comercio marítimo en dos factores claves de la economía gibraltareña. Está a unos escasos kilómetros de la costa de Marruecos, lo que favorece tanto el turismo como las pateras. Otro factor clave a nivel comercial es la exención de impuestos en Gibraltar, con lo cual artículos sensiblemente gravados como tabaco, alcohol, perfumes o electrónica son más baratos, y frecuente objeto de contrabando.

Mi día consistió básicamente en recorrer el casco histórico y turístico y visitar un fenómeno natural imponente: el Peñón o «Gran Roca». Impresiona la mole de piedra que subyace entre la ciudad, constituyéndose en un mirador de lujo y poseedor de una fauna muy particular, distinta de la europea y emparentada con la africana y con edades remotas de la historia. El animalito por excelencia es el mono: unos doscientos ejemplares de los cerca de seis mil que hay en todo el mundo, que con mirada amenazante y otras conductas bastante humanas intimidan a los visitantes y enloquecen por los bolsos y la comida que eventualmente puedan detectar. Mi relación con ellos no fue especialmente idílica, ya que tenía mi vianda del almuerzo encima (¡¡¡error garrafal!!!) y me sentí atormentada toda la visita; apenas los miré de lejos (las fotos tienen un zoom desmesurado). La recepcionista española que trabaja en la base del Peñón, a escasos metros de los monitos, me decía que es cuestión de acostumbrarse y que por nada del mundo hay que mirarlos a los ojos o intentar acariciarlos o alimentarlos… porque las consecuencias pueden ser graves. Son animales salvajes y viven en su estado natural, con lo cual la intervención humana debe mínima para no perturbarlos. Definitivamente la interacción con la naturaleza no es lo mío, soy un bicho de ciudad y museos, pero ciertamente el Peñón es un paseo imperdible y salí victoriosa de la amenaza de los macacos y con mi comida intacta. Cuando bajé, la angustia oral hizo que inmediatamente me comiera el almuerzo para asegurármelo en el estómago. Mi consejo para quienes gestionan las visitas al Peñón: una sala de primeros auxilios (por si los monitos se ponen agresivos, alguien se cae entre las rocas o le da un ataque de nervios por la hostilidad o la altura) y lockers para las carteras y mochilas serían un negocio rentable y un servicio que los eventuales visitantes agradecerán mucho, estoy segura.

Main Street es el paseo comercial por excelencia, y la Casemates Square el equivalente a la Plaza Mayor. Deambulé unas horas por allí sin más ambiciones que empaparme de la multiculturalidad de Gibraltar: si bien es inglesa la presencia española es innegable, a su vez que la pluralidad de lenguas y rostros delata la vocación turística de esta minúscula porción anglosajona en el fin del continente. Con la visita a Gibraltar cumplí literalmente el subtítulo de mi blog, «glosas al pie de Europa», ya que estuve lo más al sur que se puede pretender estar.